Tibursio tenía mucho éxito en su carrera, no tenía problemas económicos y era muy querido por sus amigos. Sin embargo, con el tiempo empezó a sufrir dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando de intensidad hasta llegar a ser insoportables. Cuando su salud, su trabajo y su vida amorosa empezaron a ser afectados por este problema, Tibursio se decidió ir al médico.
El médico lo examinó, realizó varios análisis, le tomó radiografías, muestras de sangre, de orina, y por fin le dijo: Tengo una noticia buena y una mala. La buena es que puedo curarle sus dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. Usted sufre una rara condición en la que sus testículos oprimen la base de su columna vertebral, y eso es lo que le causa dolores de cabeza. La única manera de remediarlo es quitando sus testículos.
Tibursio quedó anonadado y deprimido, pero sus jaquecas empeoraban día con día, y preso de la desesperación decidió someterse a la operación.
Al salir del hospital, el dolor de cabeza había desaparecido por completo, pero se sentía abatido y desanimado, como si le faltara una parte de sí mismo (obviamente porque estaba sin sus huevos).
Caminando por un parque, se puso a reflexionar, y decidió que, puesto que se sentía como una nueva persona, empezaría su vida de nuevo, disfrutándola a cada momento.
Animado, pasó frente a una tienda de ropa.
"Eso es lo que necesito" se dijo a sí mismo, " para empezar: ropa nueva".
Así que entró en la tienda y le dijo al vendedor que necesitaba un pantalón nuevo.
El vendedor lo observó por un momento y dijo:
- Muy bien, es talla 44.
- ¡Exacto! ¿Cómo lo supo? Es mi trabajo, le respondió el vendedor.
Tibursio se probó el pantalón, y le quedó perfectamente. Mientras se observaba en el espejo, el vendedor le dijo:
- ¿Qué le parecería una camisa nueva?
Tibursio lo pensó por un momento, y respondió: claro, ¿por qué no?
- Veamos, necesita una talla M. Exacto ¿Cómo lo supo? Le dijo Tibursio
- Es mi trabajo, le volvió a responder el vendedor.
Tibursio se probó la camisa, que le quedó muy bien. Mientras se veía en el espejo, el vendedor le dijo: le convendría tener también zapatos nuevos.
Tibursio estaba cada vez más animado.
- Por supuesto, le respondió. El vendedor echó un vistazo a los pies de Tibursio y le dijo deben ser de talla 42.
Tibursio estaba asombrado. Exacto! ¿Cómo lo supo? Volvió a preguntarle
- Es mi trabajo, volvió a responderle el vendedor.
Mientras Tibursio miraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó: ¿Desearía también ropa interior nueva?
Tibursio lo pensó por un segundo, pensó en la operación que acababa de sufrir y sus huevos que le acababan de quitar, y dijo: de acuerdo.
- Muy bien, deben ser calzoncillos talla M.
Tibursio se rió y dijo: no, se equivoca. He usado talla S desde hace 6 años.
El vendedor negó con la cabeza. No es posible que use S. El calzoncillo sería demasiado apretado. ¡Le presionaría los testículos contra la base de la columna vertebral y le produciría un terrible dolor de cabeza!
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